sábado, 6 de noviembre de 2010
Julia Stegner Sensual...
martes, 5 de octubre de 2010
El mundo de la moda celebra 40 años de Roberto Cavalli
jueves, 9 de septiembre de 2010
Musa de Verano
viernes, 3 de septiembre de 2010
El hombre GQ cumple 15 años
lunes, 16 de agosto de 2010
Destinos y códigos de las divas de la moda resort- Segunda prueba de redacción
La vida de una diva estaría incompleta sin los viajes de placer o de negocios que llenan su agenda. Más aún, sería totalmente aburrida si en sus maletas –indudablemente, Louis Vuitton- no estuviera contenido lo último de la moda resort.
Los destinos más exclusivos inspiran y se tornan escenarios perfectos para imponer o reafirmar estilos entre temporadas. Y es así como este 2010 podremos admirarlas con un look retro seventies de Chanel a bordo de un yate frente a la Costa Amalfitana; enfundadas en un exquisito vestido de cocktail de Oscar de la Renta durante una recepción en los Hamptons; admirando una regata en Dubai ocultas bajo unas gafas oversize de Bulgari o descansando en las blancas arenas de Bora Bora luciendo un bikini anudado de Prada.
Siempre impecables sobre sus omnipresentes plataformas, estas mujeres seguirán impartiendo lecciones de glamur a cada paso y estableciendo los códigos definitivos para vestir como una auténtica diosa resort.
lunes, 26 de julio de 2010
Modas y modos: Un hombre elegante desde la chaqueta hasta el gesto (Prueba de redacción 1)
La elegancia no es el resultado de elecciones fortuitas. Si analizamos con detenimiento las excentricidades de Johnny Depp, el clasicismo de Tom Ford, la versatilidad de David Beckham y la agudeza de Mark Ronson, podemos identificar un hilo conductor que revela sus principios subyacentes.
Las decisiones, numerosas y diversas, pasan por los largos, los ajustes y las combinaciones. Así pues, un hombre que opta por un corte de cabello cuidadosamente desaliñado, un par de Gomminos rojos de Tod’s, un Rolex Daytona Cosmograph o un traje de Ermenegildo Zegna hecho a la medida en lana merino, comunica un mensaje único que se vuelve una afirmación tácita de su personalidad.
martes, 20 de julio de 2010
Mi debut en VOGUE México
lunes, 26 de abril de 2010
Making of "Alerta Roja"
Tercera llamada: ¡Comenzamos! (Hagan click sobre el link pues el video está en youtube)
sábado, 24 de abril de 2010
viernes, 16 de abril de 2010
Diario de un asistente de estilismo y producción - Día 5
Como todos los días anteriores, mi responsabilidad fue trasladar, empacar, desempacar, acomodar y cuidar toda la ropa que se utilizó en la sesión. Como todos los días anteriores, tuve que ingeniármelas para cumplir con mis responsabilidades y para atender todas las solicitudes que el equipo me realizó.
El camerino era una amplia palapa construida a unos 30 metros de la orilla del mar. Ahí, el maquillador arregló al modelo y, la estilista y yo nos encargamos del primer cambio. Simultáneamente, el fotógrafo y sus asistentes preparaban las cámaras, trípode, reflectores, flashes y baterías requeridas.
Desde la primera toma, pude darme cuenta de cuál había sido la ruta elegida por la estilista y el fotógrafo: sol, mar, arena, rojo y mucha, pero mucha piel. Tras realizar las primeras pruebas y localizar el área de playa en la cual se dispararían las fotos nos pusimos manos a la obra. A lo largo de las horas siguientes mi labor se centró en tener siempre listo el albornoz para el modelo, en llevar la ropa utilizada y mojada a nuestro centro operativo, y en regresar con los nuevos cambios para las tomas.
La última toma se realizó alrededor de las 5 de la tarde y para celebrarlo pedimos una ronda de tragos. Después de brindar, nos sumergimos en las aguas del Mar Caribe y por media hora disfrutamos, bromeamos y nadamos sin preocupación alguna. Al salir iniciamos el traslado del equipo y la ropa a bordo del triciclo que nos habían proporcionado desde la mañana. En él también se encontraban mi cámara y la de la estilista. El maquillador pedaleaba el triciclo con la estilista como pasajera cuando, de pronto, en un estallido de euforia el modelo comenzó a empujarlo, haciendo que perdiera el control y terminando los tres, junto con el triciclo dentro del mar. Ese fue el final de las cámaras y aunque me tarde un poco en reaccionar ante dicho acontecimiento, no pude evitar mostrar mi aflicción por la pérdida de la cámara que me había acompañado durante todo el último año.
Un poco ausente, vi como intentaban revivirla con la secadora de pelo, al mismo tiempo que iba recogiendo la ropa, empacándola y trasladándola a la camioneta. Tal fue mi estado de shock que la estilista me dijo que si la cámara no encendía al día siguiente por la mañana, me compraría otra en reposición.
La cena fue en el restaurante asiático del hotel y cuando todos hubimos terminado, decidimos ir a bailar. El sitio elegido fue el “Azúcar” un bar con música tipo salsa, bachata y merengue. De ahí, algunos decidieron continuar la fiesta y otros, regresar al hotel. Yo me uní al segundo grupo, ya que la cara y la piel me ardían por la exposición prolongada al sol sin ningún tipo de protección. La cara se me había puesto del color de una zanahoria y los pies me ardían espantosamente.
Durante la despedida, acordamos reunirnos a las 9 de la mañana para desayunar juntos por última vez y tomamos nuestros respectivos taxis. Esa noche caí rendido y me abandoné entre mi deliciosa cama a los brazos de Morfeo.
miércoles, 31 de marzo de 2010
Turista Accidental
sábado, 20 de marzo de 2010
Diario de un asistente de estilismo y producción – Día 4
Dado que teníamos que estar en el parque a las 9 de la mañana, nos citamos en el restaurante a las 7 de la mañana y, a toda velocidad, comimos lo que pudimos en media hora. Después de cargar la camioneta con todo el equipo fotográfico y la ropa necesarios, iniciamos el recorrido de una hora. Al llegar al parque descargamos todo y nos dirigimos al mismo lugar que nos habían asignado el día anterior.
Entre la confusión y la falta de orientación el equipo se dividió en dos y al re-encontrarnos en el sitio en el cual se realizarían las tomas, la responsable de Relaciones Públicas del parque ya había dado la bienvenida al equipo de fotografía reclamándoles por habernos introducido al parque sin su autorización.
Una vez aclarado el punto, nos condujo a su oficina donde el maquillista arreglaría al modelo y donde la estilista se encargaría de vestirlo con el atuendo elegido. Minutos más tarde regresamos al sitio de encuentro y ya se nos había unido el grupo de bailarines de danzas prehispánicas del parque, quienes aparecerían con el modelo en la foto.
Mi siguiente misión fue conseguir varias botellas de cerveza que servirían como utilería en la foto. A mi regreso me encontré con una escena desconcertante. El fotógrafo y la estilista se encontraban enfrascados en una acalorada discusión con la RP. El hecho detonante de la misma fue que cuando realizaban las primeras fotografías (sin las cervezas) pidieron a los miembros del ballet que se colocaran en poses diferentes a las de guerreros en combate adoptadas originalmente, los artistas se sintieron ofendidos porque desde su perspectiva se ridiculizaba su labor de rescate de las tradiciones de sus pueblos de origen y se retiraron.
Durante la discusión se intentó explicar a la RP que la historia narrada en el editorial era la de un turista envuelto en situaciones chuscas o absurdas y que por eso habían pedido a los “guerreros” interactuar de manera diferente con el modelo. Ante la cerrazón de la citada RP – que resultó ser esposa del manager del ballet- se le pidió que hablara con ellos y que los convenciera de regresar a posar como inicialmente lo habían hecho. Una llamada por celular más tarde, informó que los artistas no regresarían a pesar de que se les pagaría 400 dólares.
En medio del caos, me dirigí a devolver las cervezas que me habían prestado para las fotos, mientras los demás se encargaban de guardar y desmotar el equipo. La discusión concluyó en una franca enemistad y tras perder tres horas de valioso sol, nos dirigimos de nuevo a Cancún para realizar las tomas en el hotel.
En el camino, nos detuvimos en algunas tiendas en busca de una cama inflable sobre la cual se acostaría al modelo para las fotos. Llegamos al hotel alrededor de las 12 del día y realizamos todos los preparativos para el shooting en la piscina. El sol y la playa lucían tan atractivos que no resistimos la tentación y, antes de ponernos manos a la obra, ordenamos algunas bebidas y mientras yo disfrutaba del sol en el área lounge, los demás corrieron a nadar unos minutos en el mar.
Ante las miradas curiosas de quienes se encontraban en la piscina, iniciamos las sesiones de trabajo. Las fotografías requirieron zambullir al modelo repetidamente en el agua helada de la piscina, al mismo tiempo que se cuidaba que su mano permaneciera en el exterior para no mojar el reloj de Hermés que portaba; conseguir copas de bebidas de colores llamativos; exprimir ropa mojada y ponerla a secar al sol y fungir como asistente de iluminación por momentos.
Terminadas las tomas, fui comisionado para guardar toda la ropa utilizada y verificar que el staff del hotel se encargara de trasladarla al check room. Mientras yo me ocupaba de esas labores, los demás se dirigieron al restaurante del hotel, donde los alcancé un rato después para comer un rico ceviche de pescado.
La última fotografía de Danny Beauchamp se disparó en el campo de golf del hotel Hilton. Después del almuerzo, abordamos nuevamente la camioneta que en 10 minutos nos transportó a la locación. Mientras la estilista y yo nos encargábamos de preparar la ropa para el modelo, el maquillista se ocupó del cabello y el maquillaje. Cuando estuvo listo, nos dirigimos al green en el que se realizaría la toma a bordo de los carritos del campo. En el camino aprovechamos para competir entre nosotros y observamos admirados a un lagarto que se ocultaba en el agua de un pequeño lago situado a unos metros del lugar en que nos instalamos.
Concluidas las tomas, nos dirigimos al hotel y en el camino acordamos que cenaríamos dos horas más tarde en Silk, el restaurante asiático. Me encargué de supervisar que se descargaran y guardaran las maletas con la ropa y pedí que las llevaran a la habitación de la estilista.
Exceptuando el incidente de la mañana, todo había transcurrido sin contratiempos. Me dirigí satisfecho a mi habitación y me relajaba viendo la televisión cuando sonó el teléfono. Al otro lado de la línea se encontraba la estilista, con la que sostuve la siguiente conversación:
-Pedro, ¿sabes dónde quedó la camisa Tom Ford que utilizó el modelo?
-Definitivamente, en el área de la piscina no la dejamos. Yo me aseguré de que todo se empacara y cuando fui al restaurante lo único que quedaba era la secadora de pelo que le entregué a Marco.
-Pues no la encuentro en ninguna de las maletas y no se puede perder.
-Te repito que en la piscina no se quedó, pero si te parece iré a preguntar para asegurarnos.
-Ve y avísame, por favor. Esa camisa tiene que aparecer.
Embargado por un sentimiento de molestia ante la insinuación de que la playera se había perdido debido a un descuido mío, baje a la recepción a preguntar si alguien había encontrado una camisa rosa junto a la piscina. El encargado de recepción hizo las averiguaciones correspondientes y me informó que nadie había reportado nada.
Me dirigí al lugar en el que horas atrás nos encontrábamos instalados, mientras me agobiaba la idea de que toda la culpa de la desaparición de Tom Ford recaería sobre mí. Durante ese breve recorrido recordé mis anteriores experiencias con San Panuncio y decidí pedir su ayuda para encontrar la prenda extraviada. Realicé la inspección correspondiente sin éxito y decidí comunicarme nuevamente con la estilista para proporcionarle el último informe.
En esta ocasión, ella mencionó que cuando salíamos del hotel para realizar la última fotografía, uno de los asistentes del fotógrafo le preguntó qué hacer con una bolsa de ropa mojada que se había utilizado y ella le pidió que la dejara en el check-room. Fue entonces que me acerqué a los empleados de la puerta principal y les pregunté si tenían en su poder una bolsa blanca con la palabra VOGUE impresa en su exterior y con una camisa mojada color rosa en su interior. Ante mi sorpresa el empleado me dijo que si y segundos después regresaba con la bolsa que junto con la ropa me regresaba la tranquilidad.
Emprendí el camino hacia la habitación de la estilista dándole las gracias a San Panuncio por su ayuda y después de entregarle la bolsa, me dispuse a arreglarme para acudir a la cita en el restaurante. Al llegar al punto de encuentro, solo había llegado ella y nos fuimos al bar a esperar que los demás se unieran al grupo. Poco a poco, se nos fueron integrándose los demás miembros del equipo y Rubén Cortada, recién llegado de Barcelona.
La velada fue animándose con algunas copas de Moët & Chandon, cervezas y unos cuantos tequilas. La cena incluyó makis, tepanyaki, sopas miso y algunas otras especialidades asiáticas. El día había concluido y había que celebrarlo. Cerramos la velada con unos postres miniatura y después de las correspondientes despedidas nos retiramos a descansar, pues aún nos quedaba un día de trabajo por delante.
domingo, 7 de marzo de 2010
Diario de un asistente de estilismo y producción – Día 3
A las siete de la mañana en punto salí de mi habitación y me dirigí al restaurante para desayunar. Fui el primero en llegar y decidí ocupar la misma mesa que el día anterior. Me dirigí a pedir un refrescante jugo de naranja con fresas y frambuesas, pero mi estómago insistía en recordarme que de un momento a otro llegarían las estilistas inconformes. Al llegar, probablemente porque los efectos del jet-lag comenzaban a disminuir, se veían muy contentas y relajadas.
Uno a uno, fueron ocupando sus lugares los demás miembros del equipo y con algo de prisa ingerimos nuestros alimentos. A lo lejos vi como el modelo de la sesión, quien había llegado la noche anterior y a quien aún no me presentaban, se servía el desayuno y se preparaba para el día de trabajo que le esperaba. Su nombre: Danny Beauchamp.
Terminados los alimentos, nos dirigimos por nuestras cosas a las habitaciones y me comisionaron para bajar la ropa que se utilizaría en la sesión y para subirla, con todo y burro, a la camioneta que nos esperaba a la puerta del hotel. Después de cepillarme los dientes, solicité a recepción que enviaran a un bell-boy a la habitación en donde se encontraba la ropa y entre los dos bajamos el burro y la maleta.
Con todo lo necesario cargado en la camioneta iniciamos el recorrido que nos llevaría a Xcaret, mientras el chofer confirmaba lo que el cielo anunciaba contundentemente: se pronosticaban lluvias a lo largo del día.
Los casi 60 minutos que duró el viaje los utilice para platicar con Danny acerca de esta su primera visita a México, de su trabajo como modelo y de su poco dominio del idioma español. Al llegar a nuestro destino nos esperaba la PR del parque para darnos nuestros pases e indicarnos el sitio que nos serviría como centro de operaciones.
Después de recibir algunas indicaciones poco amables acerca del espacio que se nos había asignado para trabajar, el maquillista comenzó inició su trabajo con el pelo y el maquillaje del modelo. El equipo de fotografía inició el armado de todos los implementos que requerirían para la sesión y mi equipo, el de estilismo, nos dimos a la tarea de acomodar y preparar todos los cambios de ropa que servirían a lo largo del día.
En algún momento, antes de dirigirnos al lugar elegido para la primera foto, el personal del parque nos informó que nadie permanecería permanentemente en el sitio en que nos habían permitido instalarnos, por lo que no se hacían responsables de ninguna de nuestras pertenencias. Acto seguido, recibí la “maravillosa” noticia de que sería mi responsabilidad permanecer ahí vigilando el equipo y la ropa.
Afortunadamente, creo que la expresión de decepción que se apoderó de mi rostro a pesar de todos mis esfuerzos por ocultarla, hizo que las estilistas se compadecieran de mi y acordaran que podía acompañar al equipo durante las tomas, siempre y cuando diera algunas vueltas de vez en cuando para vigilar que todo estuviera en orden.
Bajo un cielo cada vez más nublado nos dirigimos a la primera locación. Se realizaron las primeras tomas y se decidió que hacían falta algunas piezas de atrezzo: un vaso de refresco y un bote de palomitas de maíz. Desde luego, la persona responsable de recorrer todo el parque en busca de tales objetos es el asistente, por lo que diez minutos después regresaba corriendo con las cosas que me habían encargado.
A ese punto, una inoportuna lluvia caía y después de realizar nuestros mejores esfuerzos para proteger al modelo, pudo finalmente obtenerse la fotografía que se buscaba. Una vez de regreso a nuestra base operativa, vestimos al modelo con el siguiente look y mientras esperábamos que el clima nos diera una tregua me pidieron ir por algunas bebidas y snacks para el equipo.
Según la Ley de Murphy, cualquier cosa que pueda ir mal… irá mal. Mientras esperábamos por un poco de sol, recibí una llamada al celular de la coordinadora de la producción. Desde España, nos informó que el modelo que debía llegar a Cancún esa noche para la sesión del día siguiente, había perdido el vuelo debido a algunos problemas con su visado y, por lo tanto, se integraría al equipo hasta el jueves por la noche. Esta situación supuso reorganizar el programa de trabajo para los días posteriores.
Unos minutos de histeria y algunos improperios más tarde, el sol apareció en el cielo y se aprovechó para disparar las dos fotografías siguientes. Por desgracia, mi trabajo en esos momentos consistió en sentarme junto a la ropa para cuidar que nada fuera a perderse. Hora y media más tarde, se acordó que era hora de almorzar y después de que todo el equipo ingiriera sus alimentos, fui relevado de mi puesto y me dirigí al restaurante mexicano.
Para lograr las siguientes tres tomas se requirió de mucha paciencia y tolerancia con la ejecutiva de relaciones públicas de Xcaret, pues parecía empeñada en ponernos tantos obstáculos como fuera posible. Por suerte, el sol, las guacamayas del parque y el mar se pusieron de nuestro lado y logramos concluir seis tomas antes del crepúsculo.
Mientras guardábamos todo el equipo para regresar al hotel se acordó con el personal del parque que al día siguiente regresaríamos por la mañana para realizar una fotografía con los miembros del ballet pre-hispánico que se presenta en el parque. Este acuerdo se logró tras intensas negociaciones y gracias al ofrecimiento de un pago adicional que ayudó a superar las objeciones iniciales.
Después de ordenar, guardar, trasladar y subir a la camioneta toda la ropa, nos dirigimos de regreso a Cancún. En el camino, una de las estilistas me preguntó acerca de un pareo de Hermés por cuyo propietario había yo preguntado minutos atrás. Le respondí que cuando me dijo que era de ella lo coloqué junto a sus cosas y que ya no supe que había ocurrido con él. La mirada que me dirigió mientras esculcaba su bolso fue suficiente para no olvidar la lección del día: El asistente es responsable no solo de la ropa que se utilice en una producción, sino de cuidar todas las pertenencias de las personas a quienes asiste. Por suerte, el pareo se encontraba en el fondo del bolso.
El día concluyó con una deliciosa cena en el restaurante Harry’s de la zona hotelera de Cancún. Ahí disfrutamos de unos tragos a la orilla de la laguna Nichupté y nos deleitamos con cortes de carne y pescado. Las conversaciones, las risas y la comida compensaron todas las frustraciones, enojos y cansancio que pude sentir a lo largo del día.
miércoles, 24 de febrero de 2010
Dos momentos con McQueen
sábado, 20 de febrero de 2010
Diario de un asistente de estilismo y producción - Día 2
Después de llevar a cabo mi ritual matutino de arreglo personal, inició el proceso para elegir el look adecuado para mi primer día de trabajo como asistente de estilismo y producción. Las prendas seleccionadas fueron unos jeans, una playera y mis incansables tennis Nike de suelas amarillas.
Camino al ascensor coincidí con la estilista que sugirió integrarme al equipo de la producción. Durante el descenso, platicamos de los conocidos mutuos de GQ, del vuelo y de las últimas noticias del mundo de las revistas de Condé Nast España. Un momento después de instalarnos en la mesa asignada, fueron llegando los demás miembros del equipo. Así, me fueron presentando a la otra estilista, al fotógrafo y a sus asistentes.
Mientras disfrutabamos de los ricos jugos de naranja con frutas naturales, del café y de la rica variedad de alimentos del buffet, recibí una noticia que me sentó más pesada que los chilaquiles que me había servido minutos atrás. Las estilistas habían decidido que, en lugar de acompañarlas durante el scouting, mi misión sería desempacar las tres maletas que contenían la ropa para los modelos de las sesiones.
Más resignado que conforme, me hice a la idea de que no saldría del hotel ese día. Sin embargo, fui animado con el argumento de que si terminaba pronto tendría tiempo de disfrutar de la playa, el sol y la piscina. Las instrucciones que recibí fueron sencillas:
1. Conseguir dos burros para colgar la ropa
2. Desempacar el contenido de las tres maletas y acomodar las prendas en el mismo orden en que iban saliendo
3. Planchar las prendas que estuvieran arrugadas
Mi trabajo comenzó justo después de que los demás partieran rumbo a Xcaret para elegir los lugares del parque en los que se realizarían las tomas. Las estilistas me entregaron las llaves de los candados para abrir el equipaje y me dirigí a sus habitaciones para iniciar mis labores.
Al comunicarme a recepción para solicitar hombreras adicionales y los burros, descubrí que el hotel cuenta con un departamento llamado "Todo es posible" que se encarga de satisfacer todas las demandas de los huéspedes, por más descabelladas que puedan ser.
La labor que inicialmente no despertó en mi gran emoción, terminó siendo un convivio con diseños de algunos de los creadores a los que más admiro. Ante mis sorprendidos ojos y mis curiosas manos desfilaron nombres como Tom Ford, Prada, Armani, Paul Smith, DSquared, Dior, Bottega Veneta, Loewe, Lanvin, Etro, Louis Vuitton y Cerruti, entre otros.
La escaces me llevó a colgar dos o más prendas en una misma percha (conocidas como hombreras en México). Paseá mas de media hora luchando con la plancha para dejar presentable un saco de Prada y decidí dejar todos los accesorios dentro de las maletas. Aproximadamente, a las tres de la tarde di por concluidas mis labores y me dirigí al restaurante ubicado junto a la piscina en donde disfruté de un Wrap de Arrachera y una coca cola, que desde luego fueron cargadas a la habitación. Después pasé algunas horas disfrutando del sol en la playa e intentando recuperar algo del color que perdí durante el año que viví en Europa.
Por la tarde, regresé a mi habitación mientras esperaba alguna noticia de los demás participantes de la producción. Al rededor de las 9 de la noche, se comunicaron conmigo para avisarme que ya se encontraban en el hotel y que se dirigían a cenar al restaurante. Me dí una ducha rápida y los alcancé justo a tiempo para ordenar y cenar con ellos. En la mesa se encontraban todos los que conocí en la mañana, más el maquillista, por quien habían pasado a un hotel de la Riviera Maya.
La cena transcurrió placenteramente mientras escuchaba el recuento de sus actividades del día. Hacia el final me informaron que debía enviar un correo electrónico a la PR de Xcaret para informarle de la programación de las tomas dentro del parque. Nos despedimos y me dirigí a mi habitación con dicho objetivo en mente. Minutos después, recibí la confirmación a mi correo electrónico y me comuniqué con la estilista para darle el último reporte de mis actividades. Mientras hablabamos noté cierto tono en su voz que me indicó que algo no estaba bien pero me dijo que hablariamos por la mañana.
Acto seguido, marqué a la habitación de la otra estilista para preguntarle si todo iba bien, y después de decirme en un tono un tanto hostil que todo estaba bien iniciaron los reclamos porque no había acomodado la ropa tal y como estaba en las maletas; porque no había puesto una prenda en cada percha; porque no había utilizado las perchas que ella había traido desde españa, y en lugar de esas había utilizado las que el hotel me había proporcionado; porque la ropa no estaba acomodada en los burros y por algunas cosas más que ahora no recuerdo.
En ese momento, con toda la calma de la que fuí capaz, le expliqué que nunca había realizado ese trabajo y que intenté hacerlo lo mejor posible apegándome a las instrucciones que me habían dado; que no creí que el no utilizar sus perchas fuera un asunto tan delicado; que la ropa no estaba acomodada en los burros porque era muy pesada y los burros demasiado frágiles; que tuve que acomodar dos o más prendas en algunas perchas porque no eran suficientes; y que si quería en ese momento podía ir a encargarme de lo que no había hecho correctamente.
La conversación concluyó con un "no te preocupes ya hemos acomodado la ropa y mañana hablamos". Con un sentimiento de intranquilidad, me fui a la cama recapitulando los errores convertidos en lecciones de mi primer día como asistente:
1. Nunca se cuelga más de una prenda por percha
2. Los pantalones, bermudas y shorts deben colgarse en perchas con pinzas sujetándolos por la cintura como si estuvieran siendo utilizados para no generar arrugas y marcas
3. Si las prendas son muy delicadas, al sujetarlas con las pinzas deben protegerse con un pedazo de papel
4. Como asistente, dificilmente lograrás superar las expectativas que se tienen de tu trabajo
jueves, 11 de febrero de 2010
Diario de un asistente de estilismo y producción - Día 1
Como ocurre siempre al llegar a un hotel de lujo, el bell boy se hizo cargo de mi escazo y poco discreto equipaje. Aunque la fachada del hotel -ME by Melia- no me impresionó, el lobby y la recepción me dejaron realmente sorprendido. Mientras hacía el check-in, experimenté el orgullo que se siente al decir, "Buenas tardes, tengo una reservación a nombre de Pedro Aguilar" para después enterarme que me habían asignado una habitación con cama king size y con vista al mar y a la piscina.