sábado, 20 de agosto de 2011

La mujer que cantaba y el Delirio

Hoy decidí dedicar mi día a consentirme. Primero, fue un corte de pelo. Después, fui al cine a ver una película que llevaba varias semanas dándome vueltas por la cabeza, La mujer que cantaba (Incendies). Por último, comí en el Delirio de Monica Patiño.

Dedicaré esta entrada a las dos últimas. Hace unas semanas fui al cine y vi el poster de La mujer que cantaba. Dos cosas llamaron mi atención: era una película canadiense de habla francesa y compitió al Oscar como mejor película extranjera en 2011.
Ese mismo día llegué a casa y busqué el tráiler en YouTube (Justo aquí abajo). La historia me intrigó, aunque no me quedó tan claro que rumbo podría tomar. http://www.youtube.com/watch?v=8H7ct5fjdRo

La película, dirigida por Denis Villeneuve, comienza con la muerte de Nawal Marwan. En su testamento Nawal le pide a sus hijos gemelos, Jeanne y Simon, que la entierren desnuda, boca abajo, sin lápida ni epitafio, pues eso es lo que merecen aquellos que no cumplen sus promesas. Además, les entrega dos cartas escritas antes de morir para entregar a su padre y a su hermano. Del primero habían asumido su muerte; del segundo, desconocían su existencia. Una vez que las cartas hayan sido entregadas, ellos recibirán una que guarda celosamente el notario, quien dio empleo a Nawal por 18 años.

Jeanne, decidida a conocer la historia de una madre distante y ausente, lucha contra la indiferencia de Simon y viaja a Palestina, donde comienza a reconstruir la historia de una mujer que vivió los horrores de la guerra entre cristianos y musulmanes. Los descubrimientos revelan a una joven que padeció sufrimientos insospechados y que sobrevivió gracias a una fortaleza que despertó el rechazo y juicios en su contra.

La verdad, finalmente revelada, resulta ser un duro golpe para los dos hermanos. Los destinatarios de las cartas son igualmente sorprendidos por la dureza del secreto revelado y Nawal recibe una digna sepultura. No quiero revelar más datos, porque el curso que toma la trama resulta ser una de los aspectos más deliciosos de la película. No es una comedia fácil, ni una típica película palomitera; es una historia que muestra los horrores de la guerra, las atrocidades que se comenten en ésta y las ironías de la vida que superan la ficción. Me quedo con una frase que me encantó: “Las ideas sólo sobreviven si estamos ahí para defenderlas”. También me quedo con un mensaje de reconciliación, de paz y de lucha contra la intolerancia, sin importar la forma que adopte.

La comida que siguió a la película también es altamente recomendable. En el cruce de la Avenida Álvaro Obregón y la calle Monterrey, se encuentra el Delirio. Un restaurante propiedad de la Chef Mónica Patiño, que ofrece un menú basado en productos orgánicos, panes artesanales y una original mezcla de ingredientes. Otro aspecto disfrutable es que se mezcla el concepto de barra para ordenar y servicio de meseros. De entrada comí una pasta con ejotes y tomates cherry; el plato fuerte fue una tartine de salmón ahumado con queso crema, pepino y alcaparras; la bebida un agua de jamaica con jengibre y canela. ¿El precio? $143 en total. En el interior se encuentran en exhibición conservas, postres, panes e ingredientes envasados bajo el sello del restaurante, junto con una amplia selección de vinos. Sin duda, un lugar que se tiene que visitar en la Ciudad de México.

martes, 31 de mayo de 2011

Deseo concedido

Todos los días al acostarse, Raúl pedía a Dios, a las estrellas y a las fuerzas de la naturaleza que le concedieran el deseo de convertirse en aquel hombre que se había adueñado del corazón de Fernanda. Cada vez que los veía caminando de la mano, darse un beso o reir de algún comentario dicho en secreto sentía su sangre hervir y deseaba desesperadamente ocupar el lugar de Francisco.

Esa noche no fue diferente de las anteriores y tras meterse a la cama, cerró los ojos y repitió el ritual que por varios años llevaba practicando; se imaginó de frente a Fernanda a punto de darle un beso y dijo: Un día, unas horas, no pido más. Necesito experimentar el amor de esa mujer. Apenas pudo terminar de decir estas palabras antes de caer vencido por el sueño.

El despertador sonó a las 6 de la mañana. Con pasos torpes se dirigió al baño y se metió bajo el chorro de agua caliente de la regadera. Se colocó frente al espejo empañado y al limpiarlo no se reconoció. Pasaron algunos segundos antes de que la imagen captada por sus ojos fuera procesada por su cerebro y de pronto, como si una descarga eléctrica lo hubiera atravesado, se dió cuenta de que sus súplicas habían sido atendidas.

Su primer instinto fue tocarse la cara para familiarizarse con sus nuevas facciones, observarse las manos y, por último, dirigió la mirada a la entrepierna dando un suspiro de alivio al darse cuenta de que incluso había salido beneficiado con algunos centímetros extras de hombría.

Aún incrédulo, Raúl se enfundó en su mejor traje –por suerte Francisco y él eran de la misma talla aunque debía reconocer que a su nuevo cuerpo le quedaba mejor-. Salió a la carrera de su departamento, olvidándose incluso de tomar el café que la maquina le preparaba automáticamente cada mañana. En su camino a la oficina se detuvo a comprar un voluminoso ramo de rosas rojas, una caja de los chocolate favoritos de Fernanda y un ejemplar de su revista predilecta. Había muy pocas cosas que no sabía de ella.

Raúl llegó temprano a la oficina y decidió darle una sorpresa para Fernanda. Escabulléndose en su despacho, acomodó los regalos sobre su escritorio y se sentó a esperar que llegara. Minutos más tarde, identificó esos pasos que le aceleraban el pulso y dibujó en su rostro su sonrisa más seductora para darle la bienvenida. Al entrar, ella correspondió con la mirada que él tanto había añorado y cerró la puerta tras ella.

- ¿Celebramos algo en especial?- dijo mientras la sonrisa se le borraba del rostro.

- Un día más juntos- respondió Raúl, ahora en el cuerpo de Francisco.

- Cariño- se acercó Fernanda hasta poder recorrer con su mano la mejilla de su novio- no hace falta llevar esta farsa a tales extremos.

- ¿A tales extremos? ¿De qué me hablas? – dijo desconcertado

- Sin duda, de todos los hombres que conozco, eres el que mejor puede fingir, pero ya estoy cansada- dijo Fernanda con un suspiro.

- Pero… pero si somos la pareja perfecta- titubeó Raúl

- Eso es lo que piensan los demás pero ambos sabemos que no es así. Acepté tu propuesto por el cariño que te tengo pero hoy se acaba esto. Si necesitas una pantalla para cubrir tus amoríos con Armando búscate a otra. Yo necesito un hombre de verdad, un hombre como Raúl.

El torbellino de pensamientos que se apoderó de la mente de Raúl no le permitió saber lo que pasó a continuación. Cuando la conciencia regresó a él, se encontraba nuevamente en su cama, con los ojos cerrados y se escuchaba diciendo una y otra vez: “Nunca más desearé ser otra persona… Por favor, por favor, que todo vuelva a ser como era ayer”.

martes, 24 de mayo de 2011

Mine Vaganti


El fin de semana estuve por primera vez en la Cineteca Nacional para ver una película del director turco-italiano Ferzan Ozpetek. Mine Vaganti (Una familia muy normal es el título en español), cuenta la historia de la familia Cantone y muestra una serie de sucesos desencadenados por la revelación hecha por uno de los hijos durante una cena familiar.

La película es por demás divertida, amena, irónica y, al mismo tiempo, profunda y tierna. Todos los personajes tienen una historia personal que les aporta una autenticidad con la que resulta muy difícil no sentirse identificado.

A mi manera de ver las cosas, el planteamiento principal de la película es la búsqueda de la felicidad, la aceptación de lo que uno es y la lucha por alcanzar aquello que en ocasiones creemos que sólo es posible en nuestros sueños.

He aquí la transcripción de mi diálogo favorito de la película, las palabras con que una abuela se despide de su familia.

Quién sabe si estos lugares se acordarán de mí… si las estatuas, las fachadas de las iglesias recordarán mi nombre. Quiero caminar una última vez por estas calles que me acogieron hace tantos años, cuando todos me llamaban La Toscana. Quiero ver las piedras amarillas con esa luz que te roba la respiración. No sé si las calles conservarán el ruido de mis pasos. Mi ciudad, la ciudad de Lecce, tengo que saludarla antes de partir.

A mis nietos Antonio, Elena y Tomasso les dejo todo lo que tengo, pero las tierras que eran de Nicola quiero que sea Antonio quien se las quede. Debes volver aquí, Antonio, porque de aquí es de dónde eres. Tendrás la tierra, la fuerza que vive cuando nosotros morimos.

Tú, Luciana, tendrás todo lo que necesitas, pero debes de tener un poco de valor. Los ladrones no tienen que entrar obligatoriamente por la ventana y esta también es tu casa.

Ustedes, Vincenzo y Estefania, no hay nada que puedan hacer para no querer a Antonio. La tierra nunca puede odiar al árbol.

Tomasso, escribe sobre nosotros, nuestra historia, nuestra tierra, nuestra familia, las cosas buenas que hemos hecho y, sobre todo, nuestras equivocaciones. Las cosas que no hemos conseguido porque eramos demasiado pequeños para la vida, que es muy grande.

La bala perdida se ha marchado. Así me llamaban pensando que no los oía, pero las balas perdidas sirven para traer el desorden, para tomar las cosas y ponerlas donde nadie las quiere, para destrozarlo todo, para cambiar los planes.

Nicola me enseñó la cosa más importante de todas: a sonreir cuando estás mal, cuando por dentro quieres morir. No estén tristes por mi cuando no oigan mi voz en casa. La vida nunca está en nuestras habitaciones. Morimos, después volvemos. Siempre es así.

viernes, 29 de abril de 2011

Mal de amores


A algunas personas les gusta soñar con amores capaces de superar todas las adversidades imaginables. Ángeles Mastretta es una de ellas y en el libro Mal de amores relata la historia de una relación que fue capaz de sobrevivir a una revolución, a la distancia, al tiempo y a las convenciones de la sociedad de principios del siglo XX.

La manera en que la autora recrea el entorno de Emilia Sauri y Daniel Cuenca, los protagonistas de la historia, es poco más que exquisita. La documentación histórica que retrata la efervescencia de una época es una de las grandes cualidades de esta novela. El ingenio y las peripecias amorosas de sus personajes dibujan sonrisas y arrancan risas de los lectores, los transporta a un tiempo en el que la muerte era tan escurridiza como la vida y los hace soñar con un amor que ni una guerra pudo destruir.

Aquí, algunos de mis pasajes favoritos del libro:

"Niña, dijo Milagros con la solemnidad de una sacerdotisa, yo te deseo la locura, el valor, los anhelos, la impaciencia. Te deseo la fortuna de los amores y el delirio de la soledad. Te deseo el gusto por los cometas, por el agua y los hombres. Te deseo la inteligencia y el ingenio. Te deseo una mirada curiosa, una nariz con memoria, una boca que sonría y maldiga con precisión divina, unas piernas que no envejezcan, un llanto que te devuelva la entereza. Te deseo el sentido del tiempo que tienen las estrellas, el temple de las hormigas, la duda de los templos. Te deseo la fe en los augurios, en la voz de los muertos, en la boca de los aventureros, en la paz de los hombres que olvidan su destino, en la fuerza de tus recuerdos y en el futuro como una promesa donde cabe todo lo que aún no te sucede. Amén."

"La paz es para los viejos y los aburridos, dijo Milagros. Ella quiere la dicha, que es más difícil y más breve, pero mejor."

"-¿Para qué quieres la paz si tienes la dicha?
-Eso pienso ahora, pero no siempre es ahora."

"... No lo besó para no despertarlo, para llevarse el conjuro de quien no se despide para no irse del todo..."

martes, 26 de abril de 2011

Mi argumento de conquista


¿Cómo lograr llamar la atención de la persona que te gusta sin parecer un acosador o, peor aún, un estúpido? ¿Cómo iniciar una amistad de manera espontánea sin que se te note la desesperación que sientes por conocerla?

Los amigos en común son siempre una gran ayuda. Una salida o una reunión organizada para hacernos coincidir pueden ser una muy buena opción para romper el hielo y sostener conversaciones que comienzan a revelarnos el interior de el objeto de nuestros afectos.

Los pasos siguientes incluyen el intercambio de números de celular, darse de alta en facebook y agregarse como contactos del Messenger. Y luego vienen las complicaciones. Mandar o no un SMS para saludar, comentar una publicación en el muro o iniciar una plática por el MSN. ¿Qué pensará si hago click en “Me gusta” sobre alguna de sus fotos? ¿Lo tomará cómo una manera de acoso, falta de huevos para decir algo más o cómo una manera demasiado infantil de actuar para alguien de casi 30 años? Aún peor es que cualquier curso de acción que hayamos tomado sea ignorado dejándonos en una incertidumbre más espesa que la inicial.

Sugerir una segunda salida es una labor titánica. Lograr que surja de manera casual y espontánea requiere del talento propio de un espía de la Guerra Fría. Cine, café, chelas, teatro, parque… ¿cuál es el mejor escenario para el segundo acto de este intento de amistad y con mucha suerte futuro romance?

Ojalá a lo largo de nuestros años de tormento escolar alguien tuviera la acertada idea de incluir una asignatura que nos preparara para enfrentar con dignidad y aplomo todas estas situaciones. Finalmente, la escuela debería prepararnos para la vida y esta es una cuestion que influye directamente en la preservación de nuestra especie. Para algunos, el dominio de las técnicas de flirteo y conquista viene incluído en su carga genética, pero otras personas, como yo, tenemos que valernos de nuestro empeño y perseverancia para lograr desarrollar un talento que no nos es nato.

En mi mundo ideal, aquel en el que no me importa lo que los demás piensen de mi y el valor me sobra, me acercaría a esa persona que me hace temblar como gelatina y le diría:

“Por lo poco que te conozco, me gustas. Me encantaría que salieramos a tomarnos algo, platicar y pasar tiempo juntos. Si los acontecimientos se desarrollan de la misma manera que lo han hecho en mi imaginación, terminaremos dándonos cuenta de que estamos hechos el uno para el otro. Si resulta que el romance no se da, probablemente descubramos que tenemos más cosas en común de las que podríamos pensar e iniciarimos una amistad que, con suerte, podría durar mucho tiempo. En cualquier caso, creo que los dos podríamos salir beneficiados”.

jueves, 21 de abril de 2011

Lo que aprendí de COCK


¿Porqué chingados todo mundo está preocupado de con que me acuesto –hombre o mujer- en lugar de con quién? Esa es la pregunta que Juan (Diego Luna), uno de los protagonistas de la obra de teatro COCK, intenta responderse y me aventuro a pensar que la respuesta es mucho más compleja de lo que muchos creeríamos.

Quienes nacimos de los años setenta en adelante ya estamos muy acostumbrados a utilizar en nuestro léxico diario las palabras gay, bisexual, transexual, heterosexual y todas las derivaciones posibles. Seguramente todos tenemos a algún amigo, familiar o conocido a cuyo nombre podemos ligar una o varias de estas palabras. Ya son muy pocos los que se sorprenden cuando Ricky Martin sale del clóset o cuando nuestro vecino, parado en la puerta de su casa, le acomoda un soberano beso a su novio que lo va a visitar todas las noches.

Eso ya no es causa de escándalo. Ahora necesitamos mucho más. Necesitamos algo como el hecho de que un hombre que se ha declarado abiertamente gay y que lleva varios años junto a su pareja, decida de un día para otro que prefiere compartir su vida con una mujer. Eso sí que podría levantar polémica y eso es precisamente lo que le ocurre a Juan.

Después de siete años de vida compartida con su pareja, interpretada por José María Yaspik, Juan descubre que son personas “fundamentalmente diferentes”. Sus trabajos, sus actitudes ante la vida, sus temperamentos y sus personalidades resultan ya no ser compatibles y finalmente un día se atreve a expresarlo con palabras. Durante un paréntesis de la relación Juan conoce a una chica, Ilse Salas, mientras esperan el metro. Una atracción desconocida y fascinante se apodera de Juan quien, tras largas conversaciones y coqueteos, decide iniciarse en los placeres del sexo heterosexual con esta mujer de mente tan abierta.

Este triángulo amoroso genera una serie de divertidos enredos entre los involucrados. Las conversaciones que sostienen, de una conmovedora honestidad, muestra a tres personas en busca de respuestas y, sobre todo, en busca del amor. Cada uno a su manera, intenta encontrarle sentido a todo lo que está ocurriendo. El Juan "gay" sabe que su relación no es perfecta, tiene grietas que se han convertido en abismos, pero en el fondo de ellos aún yace el amor. El Juan "buga" ha encontrado a una mujer que lo trata con dulzura y que lo hace sentir valioso. Sin embargo, la indecisión no puede prolongarse por más tiempo y debe elegir a uno de los dos.

No cuestionaré si es posible amar a dos personas al mismo tiempo, sobre todo, si esas dos personas son de diferente sexo. No cuestionaré si es válido sostener un romance con dos personas al mismo tiempo, quienes además están enteradas de la situación y la toleran. El amor puede llegar a ser bastante retorcido. Lo que si cuestionaré es el poder que las etiquetas “gay”, “hetero”, “bi”, etc., tienen sobre las personas. Y es que es válido tener dudas, cuestionarse en algún momento de la vida acerca de la propia preferencia sexual e intentar resolverla de la manera más honesta y responsable posible. El punto es ¿qué hacer si cuando creías tener las cosas muy claras y asumidas, y te das cuenta de que puedes estar equivocado? Cada quien puede dar su propia respuesta, pero creo que todo sería mucho más fácil si todas estas dudas pudieran hablarse y discutirse sin temor al juicio y al rechazo.

En la obra, Juan debe confrontarse a sí mismo, sabiendo que sea cual sea su elección terminará lastimando a una persona que lo ama. Elegir a él o a ella –en la obra no sabemos sus nombres y me atrevo a pensar que es para que el público intente ver más allá del sexo físico de los personajes- y romper un corazón es una decisión a la que se enfrenta por no haber hecho el esfuerzo de conocerse mejor en el momento oportuno.

La producción es impecable. La iluminación y el sonido activan la imaginación de una audiencia que sobre un escenario casi vacío es capaz de visualizar un vagón de metro, un parque, una calle o diferentes casas. La manera en que los actores se adueñan de sus personajes es magistral. Pero mejor aún es la reflexión a la que conducn dos horas de ameno entretenimiento. ¿Hay escenas de besos y sexo entre los actores masculinos protagonistas? Sólo diré que el director se esforzó por dotar de realismo la puesta en escena.

A mí, la obra me ha dejado algunas ideas que seguramente tendré que digerir poco a poco. Las que me quedan claras son el gran valor de la honestidad, la suerte de encontrar a una persona que nos ame, la importancia del compromiso y el gran daño que podemos causar al poner etiquetas a quienes nos rodean. Finalmente, antes de ser hombres o mujeres somos seres humanos. La visita al camerino, el poder felicitar a los actores y el tomarme fotos con ellos fueron pequeños beneficios adicionales.

jueves, 10 de marzo de 2011

Ciudad nueva, vida nueva...


Hoy, 10 de marzo, se cumplen dos meses desde que me mudé a la Ciudad de México y más de cuatro desde que

escribí mi última entrada del blog. Con una maleta llena de ropa, siete pares de zapatos y mi lap-top por compañía me subí al avión que me transportó a mi nueva vida. Pero, ¿por qué tomé la decisión de dejar mi ciudad, a mi familia y a mis amigos para venirme a vivir a una Ciudad con tan mala reputación como el D.F.? Simple, por una mejor propuesta de trabajo.

Con una surte inmensa, encontré, al día siguiente de mi llegada, una habitación en un departamento a cinco esquinas de mi trabajo. De inmediato, cerré el trato aunque faltaban 18 días para poder tomar posesión de mi

nuevo hogar. En el depa, viven otras cuatro personas y tiene una vista increíble de Polanco por las noches.

Gracias a una amiga, que se ofreció amablemente a hospedarme mientras se desocupaba mi habitación, tuve un lugar para dormir, comer y bañarme todos los días. Aún mejor fue el hecho de que en ese tiempo fui conociendo a varios de sus amigos con los cuales conocí restaurantes, bares y cafés muy interesantes.

Moverme en transporte público ha sido un verdadero aprendizaje. La mecánica de las filas para el autobús –si se desea ir parado se puede abordar cuando los asientos se han ocupado-, el funcionamiento del metro, las rutas del Metrobus, la originalidad de las EcoBicis y la conveniencia de Google Maps.

En el trabajo todos los días aprendo algo nuevo. Como Coordinador Editorial de Vogue México y Latinoamérica debo redactar artículos, hacer entrevistas, coordinar algunas sesiones de fotos y, sobre todo, investigar mucho. Mis compañeros han sido encantadores hasta el momento aunque debo confesar que los he ido conquistando gracias a las hojaldras y las bolitas de que importadas de Mérida.

Y probablemente, alguien se estará preguntando si extraño las cosas a las que tuve que renunciar por aprovechar una de las mejores ofertas laborales que he recibido. La respuesta es SÍ. Echo muchísimo de menos llegar a casa de mi hermana y mi cuñado para comer o cenar juntos, salir los fines de semana con mis amigos, las invitaciones a comer de mi tía, las ingeniosas ocurrencias de mi sobrino y la vida que tuve que dejar atrás. Sin embargo, en estos dos meses he recibido la visita de familiares y amigos que han hecho divertidos mis días de descanso, he conocido gente interesante y, ante todo, he tenido la oportunidad de crecer como persona, de conocerme mejor y de valorar las muchas bendiciones con las que me colma la vida.