jueves, 21 de abril de 2011

Lo que aprendí de COCK


¿Porqué chingados todo mundo está preocupado de con que me acuesto –hombre o mujer- en lugar de con quién? Esa es la pregunta que Juan (Diego Luna), uno de los protagonistas de la obra de teatro COCK, intenta responderse y me aventuro a pensar que la respuesta es mucho más compleja de lo que muchos creeríamos.

Quienes nacimos de los años setenta en adelante ya estamos muy acostumbrados a utilizar en nuestro léxico diario las palabras gay, bisexual, transexual, heterosexual y todas las derivaciones posibles. Seguramente todos tenemos a algún amigo, familiar o conocido a cuyo nombre podemos ligar una o varias de estas palabras. Ya son muy pocos los que se sorprenden cuando Ricky Martin sale del clóset o cuando nuestro vecino, parado en la puerta de su casa, le acomoda un soberano beso a su novio que lo va a visitar todas las noches.

Eso ya no es causa de escándalo. Ahora necesitamos mucho más. Necesitamos algo como el hecho de que un hombre que se ha declarado abiertamente gay y que lleva varios años junto a su pareja, decida de un día para otro que prefiere compartir su vida con una mujer. Eso sí que podría levantar polémica y eso es precisamente lo que le ocurre a Juan.

Después de siete años de vida compartida con su pareja, interpretada por José María Yaspik, Juan descubre que son personas “fundamentalmente diferentes”. Sus trabajos, sus actitudes ante la vida, sus temperamentos y sus personalidades resultan ya no ser compatibles y finalmente un día se atreve a expresarlo con palabras. Durante un paréntesis de la relación Juan conoce a una chica, Ilse Salas, mientras esperan el metro. Una atracción desconocida y fascinante se apodera de Juan quien, tras largas conversaciones y coqueteos, decide iniciarse en los placeres del sexo heterosexual con esta mujer de mente tan abierta.

Este triángulo amoroso genera una serie de divertidos enredos entre los involucrados. Las conversaciones que sostienen, de una conmovedora honestidad, muestra a tres personas en busca de respuestas y, sobre todo, en busca del amor. Cada uno a su manera, intenta encontrarle sentido a todo lo que está ocurriendo. El Juan "gay" sabe que su relación no es perfecta, tiene grietas que se han convertido en abismos, pero en el fondo de ellos aún yace el amor. El Juan "buga" ha encontrado a una mujer que lo trata con dulzura y que lo hace sentir valioso. Sin embargo, la indecisión no puede prolongarse por más tiempo y debe elegir a uno de los dos.

No cuestionaré si es posible amar a dos personas al mismo tiempo, sobre todo, si esas dos personas son de diferente sexo. No cuestionaré si es válido sostener un romance con dos personas al mismo tiempo, quienes además están enteradas de la situación y la toleran. El amor puede llegar a ser bastante retorcido. Lo que si cuestionaré es el poder que las etiquetas “gay”, “hetero”, “bi”, etc., tienen sobre las personas. Y es que es válido tener dudas, cuestionarse en algún momento de la vida acerca de la propia preferencia sexual e intentar resolverla de la manera más honesta y responsable posible. El punto es ¿qué hacer si cuando creías tener las cosas muy claras y asumidas, y te das cuenta de que puedes estar equivocado? Cada quien puede dar su propia respuesta, pero creo que todo sería mucho más fácil si todas estas dudas pudieran hablarse y discutirse sin temor al juicio y al rechazo.

En la obra, Juan debe confrontarse a sí mismo, sabiendo que sea cual sea su elección terminará lastimando a una persona que lo ama. Elegir a él o a ella –en la obra no sabemos sus nombres y me atrevo a pensar que es para que el público intente ver más allá del sexo físico de los personajes- y romper un corazón es una decisión a la que se enfrenta por no haber hecho el esfuerzo de conocerse mejor en el momento oportuno.

La producción es impecable. La iluminación y el sonido activan la imaginación de una audiencia que sobre un escenario casi vacío es capaz de visualizar un vagón de metro, un parque, una calle o diferentes casas. La manera en que los actores se adueñan de sus personajes es magistral. Pero mejor aún es la reflexión a la que conducn dos horas de ameno entretenimiento. ¿Hay escenas de besos y sexo entre los actores masculinos protagonistas? Sólo diré que el director se esforzó por dotar de realismo la puesta en escena.

A mí, la obra me ha dejado algunas ideas que seguramente tendré que digerir poco a poco. Las que me quedan claras son el gran valor de la honestidad, la suerte de encontrar a una persona que nos ame, la importancia del compromiso y el gran daño que podemos causar al poner etiquetas a quienes nos rodean. Finalmente, antes de ser hombres o mujeres somos seres humanos. La visita al camerino, el poder felicitar a los actores y el tomarme fotos con ellos fueron pequeños beneficios adicionales.

1 comentario:

  1. Me encanto Pedrito!!! definitivamente vivimos en una sociedad de etiquetas, quien es que, o quien hace que y con quien, etc... el amor es algo que deberiamos poder disfrutar de manera plena, sin importar con quien o quienes decidas compartir ese amor. ¿Que si se puede amar a mas de una persona? alguien alguna vez me dijo "el amor lo vives de diferentes formas y puedes amar a muchas personas en tu vida, con cada una es diferente y especial" lo principal es ser honestos con nosotros mismos para poder dar de forma autentica lo que tenemos en el corazon. (Cyn)

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