martes, 24 de mayo de 2011

Mine Vaganti


El fin de semana estuve por primera vez en la Cineteca Nacional para ver una película del director turco-italiano Ferzan Ozpetek. Mine Vaganti (Una familia muy normal es el título en español), cuenta la historia de la familia Cantone y muestra una serie de sucesos desencadenados por la revelación hecha por uno de los hijos durante una cena familiar.

La película es por demás divertida, amena, irónica y, al mismo tiempo, profunda y tierna. Todos los personajes tienen una historia personal que les aporta una autenticidad con la que resulta muy difícil no sentirse identificado.

A mi manera de ver las cosas, el planteamiento principal de la película es la búsqueda de la felicidad, la aceptación de lo que uno es y la lucha por alcanzar aquello que en ocasiones creemos que sólo es posible en nuestros sueños.

He aquí la transcripción de mi diálogo favorito de la película, las palabras con que una abuela se despide de su familia.

Quién sabe si estos lugares se acordarán de mí… si las estatuas, las fachadas de las iglesias recordarán mi nombre. Quiero caminar una última vez por estas calles que me acogieron hace tantos años, cuando todos me llamaban La Toscana. Quiero ver las piedras amarillas con esa luz que te roba la respiración. No sé si las calles conservarán el ruido de mis pasos. Mi ciudad, la ciudad de Lecce, tengo que saludarla antes de partir.

A mis nietos Antonio, Elena y Tomasso les dejo todo lo que tengo, pero las tierras que eran de Nicola quiero que sea Antonio quien se las quede. Debes volver aquí, Antonio, porque de aquí es de dónde eres. Tendrás la tierra, la fuerza que vive cuando nosotros morimos.

Tú, Luciana, tendrás todo lo que necesitas, pero debes de tener un poco de valor. Los ladrones no tienen que entrar obligatoriamente por la ventana y esta también es tu casa.

Ustedes, Vincenzo y Estefania, no hay nada que puedan hacer para no querer a Antonio. La tierra nunca puede odiar al árbol.

Tomasso, escribe sobre nosotros, nuestra historia, nuestra tierra, nuestra familia, las cosas buenas que hemos hecho y, sobre todo, nuestras equivocaciones. Las cosas que no hemos conseguido porque eramos demasiado pequeños para la vida, que es muy grande.

La bala perdida se ha marchado. Así me llamaban pensando que no los oía, pero las balas perdidas sirven para traer el desorden, para tomar las cosas y ponerlas donde nadie las quiere, para destrozarlo todo, para cambiar los planes.

Nicola me enseñó la cosa más importante de todas: a sonreir cuando estás mal, cuando por dentro quieres morir. No estén tristes por mi cuando no oigan mi voz en casa. La vida nunca está en nuestras habitaciones. Morimos, después volvemos. Siempre es así.

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