jueves, 11 de febrero de 2010

Diario de un asistente de estilismo y producción - Día 1

Partí de Mérida el lunes a las 07:45 a bordo -por primera vez- de un cómodo y considerablemente más caro ADO Platino con destino a la ciudad de Cancún. Esa decisión la tomé gracias a que, si bien no me pagaron por mi trabajo, la revista GQ España corrió con absolutamente todos mis gastos de transportación, hospedaje y alimentación.

Mi equipaje fue una maleta de mano con limitados cambios de ropa para una semana; una mochila con mi laptop, revistas, mi agenda y algunos enseres personales que no cupieron en la maleta; y una sombrilla de playa roja, que imagino el encargado de acomodar el equipaje en el autobús creyó que era una bazuka, pues la expresión de su rostro al preguntarme que era aquello revelaba sospecha. Cabe aclarar que la sombrilla me la habían solicitado dos días antes y tuve que recorrer algunas tiendas de Mérida en busca de aquella que cubriera las especificaciones de la estilista.

El viaje transcurrió sin complicaciones y placenteramente, sobre todo considerando que dormí el 70% de su duración y que el otro 30% estuve viendo una película protagonizada por Eva Longoria -Over my dead body- que no recomiendo más que para casos de extremo aburrimiento.

Una vez en la terminal de Cancún, compré una tarjeta Telcel y un cuernito con jamón y queso, unas papas fritas y un agua, que serían mi almuerzo de ese día. A continuación, me dí a la labor de conseguir un taxi en el que cupieramos cómodamente mi maleta, mi mochila, la sombrilla y yo, y que además pudiera darme un recibo por el servicio de transporte.

Como ocurre siempre al llegar a un hotel de lujo, el bell boy se hizo cargo de mi escazo y poco discreto equipaje. Aunque la fachada del hotel -ME by Melia- no me impresionó, el lobby y la recepción me dejaron realmente sorprendido. Mientras hacía el check-in, experimenté el orgullo que se siente al decir, "Buenas tardes, tengo una reservación a nombre de Pedro Aguilar" para después enterarme que me habían asignado una habitación con cama king size y con vista al mar y a la piscina.

Las horas posteriores a mi almuerzo en la habitación, las pasé descubriendo las amenidades de la habitación. Dignos de mencionarse son el shampoo, acondicionador, jabón y cremas de Aveda ,que se encontraban en el baño; las pantuflas de franela, el albornoz, el chocolate y la reflexión diaria que acomodan las camaristas sobre la cama cada noche; la charola del minibar colocada sobre el tocador con productos tan diversos como exclusivas aguas y licores, condones, anillos vibradores y chocolate corporal para amenizar la estancia.


Por la noche, al regresar de tomar un breve baño de sol en la zona lounge instalada junto al mar, tomé una larga y relajante ducha, me vestí con jeans y la única camisa de manga larga que llevé y me dirigí de nuevo a la recepción para saber en que restaurante podía cenar. Las opciones eran dos, uno llamado Silk, de comida asiática, y otro llamado Salt, en el cual se servía comida mediterranea. Esa primera noche, opté por la segunda alternativa y cené una ensalada de rúcula, un platillo de lomo de ternera a la lenta cocción y una selección de cuatro postres miniaturas que sumaron un total de $530, mismos que cargué a la habitación y que después pagaría el equipo de la revista.

Antes de subir a la habitación, le pedí al recepcionista que cuando los integrantes del equipo hicieran el check-in, aproximadamente a la una de la mañana, les pidiera que se comunicaran conmigo a la habitación para informarme del programa de trabajo del día siguiente. A la 1.30 recibí la llamada. La verdadera aventura estaba a punto de comenzar...

1 comentario:

  1. Maralyn Estrada Cámara13 de febrero de 2010, 9:22

    Hola amigo, no conocia esta fase tuya, pero me encanta! es exactamente como eres tu, en caracter, sentimientos, expresiones y es ideal la forma en que lo estas plasmando. felicidades!! Mara

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