miércoles, 24 de febrero de 2010

Dos momentos con McQueen

Hago un paréntesis en el recuento de mis peripecias como asistente de estilismo y producción para dedicar una entrada a Alexander McQueen, quien hace unas semanas decidió quitarse la vida.


El pasado mes de agosto tuve la oportunidad de visitar Londres, en donde, por casualidad, me topé con las oficinas de la firma creada por este inglés. La suerte y las limitaciones de presupuesto jugaron un papel decisivo en este breve encuentro. Mi avión de regreso a Madrid salía muy temprano de un aeropuerto localizado a 40 minutos de Londres. La noche anterior habiamos hecho el check-out para ahorrarnos una noche de hostal y acampamos en una de las estancias con televisión mientras esperabamos que dieran las 5 de la mañana. A esa hora, tomamos nuestro equipaje e iniciamos la caminata que nos llevaría al punto del cual partiría el autobús con destino al aeropuerto.




La decisión de no pagar un taxi nos motivó, a mi amigo Pedro y a mi, a trazar sobre un maltratado mapa la ruta que recorreriamos para llegar al punto de abordaje. Después de avanzar un buen tramo del camino, me llevé una sorpresa mayúscula al doblar en una esquina y toparme con las oficinas de este enfant terrible de la moda inglesa. Ante los ojos incrédulos de mi amigo, saqué mi cámara de su estuche y tomé la foto que acompaña este texto.




Quiero pensar que esta fotografía no representa un presagio de lo que ocurrió días atrás, pues nos encontraríamos ante la inminente desaparición de otros grandes creadores de moda cuyos "templos" también capturé con mi inseparable Sony CyberShot.




Las pasarelas no serán recorridas nuevamente por McQueen al término de sus desfiles. La moda inglesa ha perdido a uno de sus más irreverentes y prolíficos exponentes. No obstante, su genio creativo nos regaló grandes momentos que podemos revivir gracias a las nuevas tecnologías y a sitios como YouTube. He aquí una de las imágenes más sorprendentes de las pasarelas de Alexander, protagonizado por la modelo Shalom Harlow, dos robots y un vestido de tubo blanco en la presentación de su colección Primavera-Verano 1999. ¡Disfrútenlo!

sábado, 20 de febrero de 2010

Diario de un asistente de estilismo y producción - Día 2


Mi alarma sonó a las 7 de la mañana. Como todas las mañanas, luché contra mi sueño durante 20 minutos hasta que fui capaz de salir de la cama. Al correr las cortinas para disfrutar de la vista del mar bajo el sol matutino, me di cuenta de que el no estar acostumbrado a una cama tan grande me había hecho utilizar menos de la mitad de la superficie disponible en el colchón.

Después de llevar a cabo mi ritual matutino de arreglo personal, inició el proceso para elegir el look adecuado para mi primer día de trabajo como asistente de estilismo y producción. Las prendas seleccionadas fueron unos jeans, una playera y mis incansables tennis Nike de suelas amarillas.


Camino al ascensor coincidí con la estilista que sugirió integrarme al equipo de la producción. Durante el descenso, platicamos de los conocidos mutuos de GQ, del vuelo y de las últimas noticias del mundo de las revistas de Condé Nast España. Un momento después de instalarnos en la mesa asignada, fueron llegando los demás miembros del equipo. Así, me fueron presentando a la otra estilista, al fotógrafo y a sus asistentes.


Mientras disfrutabamos de los ricos jugos de naranja con frutas naturales, del café y de la rica variedad de alimentos del buffet, recibí una noticia que me sentó más pesada que los chilaquiles que me había servido minutos atrás. Las estilistas habían decidido que, en lugar de acompañarlas durante el scouting, mi misión sería desempacar las tres maletas que contenían la ropa para los modelos de las sesiones.


Más resignado que conforme, me hice a la idea de que no saldría del hotel ese día. Sin embargo, fui animado con el argumento de que si terminaba pronto tendría tiempo de disfrutar de la playa, el sol y la piscina. Las instrucciones que recibí fueron sencillas:


1. Conseguir dos burros para colgar la ropa


2. Desempacar el contenido de las tres maletas y acomodar las prendas en el mismo orden en que iban saliendo


3. Planchar las prendas que estuvieran arrugadas


Mi trabajo comenzó justo después de que los demás partieran rumbo a Xcaret para elegir los lugares del parque en los que se realizarían las tomas. Las estilistas me entregaron las llaves de los candados para abrir el equipaje y me dirigí a sus habitaciones para iniciar mis labores.


Al comunicarme a recepción para solicitar hombreras adicionales y los burros, descubrí que el hotel cuenta con un departamento llamado "Todo es posible" que se encarga de satisfacer todas las demandas de los huéspedes, por más descabelladas que puedan ser.


La labor que inicialmente no despertó en mi gran emoción, terminó siendo un convivio con diseños de algunos de los creadores a los que más admiro. Ante mis sorprendidos ojos y mis curiosas manos desfilaron nombres como Tom Ford, Prada, Armani, Paul Smith, DSquared, Dior, Bottega Veneta, Loewe, Lanvin, Etro, Louis Vuitton y Cerruti, entre otros.


La escaces me llevó a colgar dos o más prendas en una misma percha (conocidas como hombreras en México). Paseá mas de media hora luchando con la plancha para dejar presentable un saco de Prada y decidí dejar todos los accesorios dentro de las maletas. Aproximadamente, a las tres de la tarde di por concluidas mis labores y me dirigí al restaurante ubicado junto a la piscina en donde disfruté de un Wrap de Arrachera y una coca cola, que desde luego fueron cargadas a la habitación. Después pasé algunas horas disfrutando del sol en la playa e intentando recuperar algo del color que perdí durante el año que viví en Europa.


Por la tarde, regresé a mi habitación mientras esperaba alguna noticia de los demás participantes de la producción. Al rededor de las 9 de la noche, se comunicaron conmigo para avisarme que ya se encontraban en el hotel y que se dirigían a cenar al restaurante. Me dí una ducha rápida y los alcancé justo a tiempo para ordenar y cenar con ellos. En la mesa se encontraban todos los que conocí en la mañana, más el maquillista, por quien habían pasado a un hotel de la Riviera Maya.


La cena transcurrió placenteramente mientras escuchaba el recuento de sus actividades del día. Hacia el final me informaron que debía enviar un correo electrónico a la PR de Xcaret para informarle de la programación de las tomas dentro del parque. Nos despedimos y me dirigí a mi habitación con dicho objetivo en mente. Minutos después, recibí la confirmación a mi correo electrónico y me comuniqué con la estilista para darle el último reporte de mis actividades. Mientras hablabamos noté cierto tono en su voz que me indicó que algo no estaba bien pero me dijo que hablariamos por la mañana.


Acto seguido, marqué a la habitación de la otra estilista para preguntarle si todo iba bien, y después de decirme en un tono un tanto hostil que todo estaba bien iniciaron los reclamos porque no había acomodado la ropa tal y como estaba en las maletas; porque no había puesto una prenda en cada percha; porque no había utilizado las perchas que ella había traido desde españa, y en lugar de esas había utilizado las que el hotel me había proporcionado; porque la ropa no estaba acomodada en los burros y por algunas cosas más que ahora no recuerdo.




En ese momento, con toda la calma de la que fuí capaz, le expliqué que nunca había realizado ese trabajo y que intenté hacerlo lo mejor posible apegándome a las instrucciones que me habían dado; que no creí que el no utilizar sus perchas fuera un asunto tan delicado; que la ropa no estaba acomodada en los burros porque era muy pesada y los burros demasiado frágiles; que tuve que acomodar dos o más prendas en algunas perchas porque no eran suficientes; y que si quería en ese momento podía ir a encargarme de lo que no había hecho correctamente.




La conversación concluyó con un "no te preocupes ya hemos acomodado la ropa y mañana hablamos". Con un sentimiento de intranquilidad, me fui a la cama recapitulando los errores convertidos en lecciones de mi primer día como asistente:

1. Nunca se cuelga más de una prenda por percha

2. Los pantalones, bermudas y shorts deben colgarse en perchas con pinzas sujetándolos por la cintura como si estuvieran siendo utilizados para no generar arrugas y marcas

3. Si las prendas son muy delicadas, al sujetarlas con las pinzas deben protegerse con un pedazo de papel

4. Como asistente, dificilmente lograrás superar las expectativas que se tienen de tu trabajo

jueves, 11 de febrero de 2010

Diario de un asistente de estilismo y producción - Día 1

Partí de Mérida el lunes a las 07:45 a bordo -por primera vez- de un cómodo y considerablemente más caro ADO Platino con destino a la ciudad de Cancún. Esa decisión la tomé gracias a que, si bien no me pagaron por mi trabajo, la revista GQ España corrió con absolutamente todos mis gastos de transportación, hospedaje y alimentación.

Mi equipaje fue una maleta de mano con limitados cambios de ropa para una semana; una mochila con mi laptop, revistas, mi agenda y algunos enseres personales que no cupieron en la maleta; y una sombrilla de playa roja, que imagino el encargado de acomodar el equipaje en el autobús creyó que era una bazuka, pues la expresión de su rostro al preguntarme que era aquello revelaba sospecha. Cabe aclarar que la sombrilla me la habían solicitado dos días antes y tuve que recorrer algunas tiendas de Mérida en busca de aquella que cubriera las especificaciones de la estilista.

El viaje transcurrió sin complicaciones y placenteramente, sobre todo considerando que dormí el 70% de su duración y que el otro 30% estuve viendo una película protagonizada por Eva Longoria -Over my dead body- que no recomiendo más que para casos de extremo aburrimiento.

Una vez en la terminal de Cancún, compré una tarjeta Telcel y un cuernito con jamón y queso, unas papas fritas y un agua, que serían mi almuerzo de ese día. A continuación, me dí a la labor de conseguir un taxi en el que cupieramos cómodamente mi maleta, mi mochila, la sombrilla y yo, y que además pudiera darme un recibo por el servicio de transporte.

Como ocurre siempre al llegar a un hotel de lujo, el bell boy se hizo cargo de mi escazo y poco discreto equipaje. Aunque la fachada del hotel -ME by Melia- no me impresionó, el lobby y la recepción me dejaron realmente sorprendido. Mientras hacía el check-in, experimenté el orgullo que se siente al decir, "Buenas tardes, tengo una reservación a nombre de Pedro Aguilar" para después enterarme que me habían asignado una habitación con cama king size y con vista al mar y a la piscina.

Las horas posteriores a mi almuerzo en la habitación, las pasé descubriendo las amenidades de la habitación. Dignos de mencionarse son el shampoo, acondicionador, jabón y cremas de Aveda ,que se encontraban en el baño; las pantuflas de franela, el albornoz, el chocolate y la reflexión diaria que acomodan las camaristas sobre la cama cada noche; la charola del minibar colocada sobre el tocador con productos tan diversos como exclusivas aguas y licores, condones, anillos vibradores y chocolate corporal para amenizar la estancia.


Por la noche, al regresar de tomar un breve baño de sol en la zona lounge instalada junto al mar, tomé una larga y relajante ducha, me vestí con jeans y la única camisa de manga larga que llevé y me dirigí de nuevo a la recepción para saber en que restaurante podía cenar. Las opciones eran dos, uno llamado Silk, de comida asiática, y otro llamado Salt, en el cual se servía comida mediterranea. Esa primera noche, opté por la segunda alternativa y cené una ensalada de rúcula, un platillo de lomo de ternera a la lenta cocción y una selección de cuatro postres miniaturas que sumaron un total de $530, mismos que cargué a la habitación y que después pagaría el equipo de la revista.

Antes de subir a la habitación, le pedí al recepcionista que cuando los integrantes del equipo hicieran el check-in, aproximadamente a la una de la mañana, les pidiera que se comunicaran conmigo a la habitación para informarme del programa de trabajo del día siguiente. A la 1.30 recibí la llamada. La verdadera aventura estaba a punto de comenzar...

lunes, 8 de febrero de 2010

Diario de un asistente de estilismo y producción


Me gusta la moda. Corrección: me encanta la moda. Desafortunadamente, si algún desconocido me ve caminando por la calle, tal vez le resultaría difícil creer que dicha afirmación es cierta, al ver la ropa que llevo puesta. Sin embargo, la mejor prueba que tengo para sostener mi afirmación es haber estudiado la Maestría de la cual he escrito anteriormente. Si con eso no basta, también puedo mencionar los cuatro meses que trabajé como asistente en el departamento de moda de la revista GQ España. Por último, hace dos semanas llegó el momento de mi consagración como asistente de estilismo y producción. Un equipo integrado por un fotógrafo profesional y sus dos asistentes, un maquillador, dos estilistas y dos top models internacionales, se trasladó a Cancún para realizar dos editoriales que ilustrarán las páginas de moda de los números de abril y mayo de la revista antes mencionada. He aquí el relato de los seis días que duró mi primera –y con suerte no última- incursión en el mundo de las sesiones fotográficas de moda profesionales.