Todo ha valido la pena. El cansancio, la molestia, la frustración y los regaños han pasado a segundo plano a ver las fotos publicadas en el número de abril de GQ España. Les dejo las imágenes para que las disfruten y para que juzguen pos ustedes mismos. El modelo se llama Danny Beauchamp y pronto escribiré acerca de él.
miércoles, 31 de marzo de 2010
sábado, 20 de marzo de 2010
Diario de un asistente de estilismo y producción – Día 4
El retraso en la llegada de Rubén Cortada, el modelo de la segunda sesión, nos forzó a reorganizar el programa de trabajo. Las fotos que originalmente se tomarían el viernes se pasaron para el jueves, por lo que debimos trasladarnos nuevamente a Xcaret por la mañana.
Dado que teníamos que estar en el parque a las 9 de la mañana, nos citamos en el restaurante a las 7 de la mañana y, a toda velocidad, comimos lo que pudimos en media hora. Después de cargar la camioneta con todo el equipo fotográfico y la ropa necesarios, iniciamos el recorrido de una hora. Al llegar al parque descargamos todo y nos dirigimos al mismo lugar que nos habían asignado el día anterior.
Entre la confusión y la falta de orientación el equipo se dividió en dos y al re-encontrarnos en el sitio en el cual se realizarían las tomas, la responsable de Relaciones Públicas del parque ya había dado la bienvenida al equipo de fotografía reclamándoles por habernos introducido al parque sin su autorización.
Una vez aclarado el punto, nos condujo a su oficina donde el maquillista arreglaría al modelo y donde la estilista se encargaría de vestirlo con el atuendo elegido. Minutos más tarde regresamos al sitio de encuentro y ya se nos había unido el grupo de bailarines de danzas prehispánicas del parque, quienes aparecerían con el modelo en la foto.
Mi siguiente misión fue conseguir varias botellas de cerveza que servirían como utilería en la foto. A mi regreso me encontré con una escena desconcertante. El fotógrafo y la estilista se encontraban enfrascados en una acalorada discusión con la RP. El hecho detonante de la misma fue que cuando realizaban las primeras fotografías (sin las cervezas) pidieron a los miembros del ballet que se colocaran en poses diferentes a las de guerreros en combate adoptadas originalmente, los artistas se sintieron ofendidos porque desde su perspectiva se ridiculizaba su labor de rescate de las tradiciones de sus pueblos de origen y se retiraron.
Durante la discusión se intentó explicar a la RP que la historia narrada en el editorial era la de un turista envuelto en situaciones chuscas o absurdas y que por eso habían pedido a los “guerreros” interactuar de manera diferente con el modelo. Ante la cerrazón de la citada RP – que resultó ser esposa del manager del ballet- se le pidió que hablara con ellos y que los convenciera de regresar a posar como inicialmente lo habían hecho. Una llamada por celular más tarde, informó que los artistas no regresarían a pesar de que se les pagaría 400 dólares.
En medio del caos, me dirigí a devolver las cervezas que me habían prestado para las fotos, mientras los demás se encargaban de guardar y desmotar el equipo. La discusión concluyó en una franca enemistad y tras perder tres horas de valioso sol, nos dirigimos de nuevo a Cancún para realizar las tomas en el hotel.
En el camino, nos detuvimos en algunas tiendas en busca de una cama inflable sobre la cual se acostaría al modelo para las fotos. Llegamos al hotel alrededor de las 12 del día y realizamos todos los preparativos para el shooting en la piscina. El sol y la playa lucían tan atractivos que no resistimos la tentación y, antes de ponernos manos a la obra, ordenamos algunas bebidas y mientras yo disfrutaba del sol en el área lounge, los demás corrieron a nadar unos minutos en el mar.
Ante las miradas curiosas de quienes se encontraban en la piscina, iniciamos las sesiones de trabajo. Las fotografías requirieron zambullir al modelo repetidamente en el agua helada de la piscina, al mismo tiempo que se cuidaba que su mano permaneciera en el exterior para no mojar el reloj de Hermés que portaba; conseguir copas de bebidas de colores llamativos; exprimir ropa mojada y ponerla a secar al sol y fungir como asistente de iluminación por momentos.
Terminadas las tomas, fui comisionado para guardar toda la ropa utilizada y verificar que el staff del hotel se encargara de trasladarla al check room. Mientras yo me ocupaba de esas labores, los demás se dirigieron al restaurante del hotel, donde los alcancé un rato después para comer un rico ceviche de pescado.
La última fotografía de Danny Beauchamp se disparó en el campo de golf del hotel Hilton. Después del almuerzo, abordamos nuevamente la camioneta que en 10 minutos nos transportó a la locación. Mientras la estilista y yo nos encargábamos de preparar la ropa para el modelo, el maquillista se ocupó del cabello y el maquillaje. Cuando estuvo listo, nos dirigimos al green en el que se realizaría la toma a bordo de los carritos del campo. En el camino aprovechamos para competir entre nosotros y observamos admirados a un lagarto que se ocultaba en el agua de un pequeño lago situado a unos metros del lugar en que nos instalamos.
Concluidas las tomas, nos dirigimos al hotel y en el camino acordamos que cenaríamos dos horas más tarde en Silk, el restaurante asiático. Me encargué de supervisar que se descargaran y guardaran las maletas con la ropa y pedí que las llevaran a la habitación de la estilista.
Exceptuando el incidente de la mañana, todo había transcurrido sin contratiempos. Me dirigí satisfecho a mi habitación y me relajaba viendo la televisión cuando sonó el teléfono. Al otro lado de la línea se encontraba la estilista, con la que sostuve la siguiente conversación:
-Pedro, ¿sabes dónde quedó la camisa Tom Ford que utilizó el modelo?
-Definitivamente, en el área de la piscina no la dejamos. Yo me aseguré de que todo se empacara y cuando fui al restaurante lo único que quedaba era la secadora de pelo que le entregué a Marco.
-Pues no la encuentro en ninguna de las maletas y no se puede perder.
-Te repito que en la piscina no se quedó, pero si te parece iré a preguntar para asegurarnos.
-Ve y avísame, por favor. Esa camisa tiene que aparecer.
Embargado por un sentimiento de molestia ante la insinuación de que la playera se había perdido debido a un descuido mío, baje a la recepción a preguntar si alguien había encontrado una camisa rosa junto a la piscina. El encargado de recepción hizo las averiguaciones correspondientes y me informó que nadie había reportado nada.
Me dirigí al lugar en el que horas atrás nos encontrábamos instalados, mientras me agobiaba la idea de que toda la culpa de la desaparición de Tom Ford recaería sobre mí. Durante ese breve recorrido recordé mis anteriores experiencias con San Panuncio y decidí pedir su ayuda para encontrar la prenda extraviada. Realicé la inspección correspondiente sin éxito y decidí comunicarme nuevamente con la estilista para proporcionarle el último informe.
En esta ocasión, ella mencionó que cuando salíamos del hotel para realizar la última fotografía, uno de los asistentes del fotógrafo le preguntó qué hacer con una bolsa de ropa mojada que se había utilizado y ella le pidió que la dejara en el check-room. Fue entonces que me acerqué a los empleados de la puerta principal y les pregunté si tenían en su poder una bolsa blanca con la palabra VOGUE impresa en su exterior y con una camisa mojada color rosa en su interior. Ante mi sorpresa el empleado me dijo que si y segundos después regresaba con la bolsa que junto con la ropa me regresaba la tranquilidad.
Emprendí el camino hacia la habitación de la estilista dándole las gracias a San Panuncio por su ayuda y después de entregarle la bolsa, me dispuse a arreglarme para acudir a la cita en el restaurante. Al llegar al punto de encuentro, solo había llegado ella y nos fuimos al bar a esperar que los demás se unieran al grupo. Poco a poco, se nos fueron integrándose los demás miembros del equipo y Rubén Cortada, recién llegado de Barcelona.
La velada fue animándose con algunas copas de Moët & Chandon, cervezas y unos cuantos tequilas. La cena incluyó makis, tepanyaki, sopas miso y algunas otras especialidades asiáticas. El día había concluido y había que celebrarlo. Cerramos la velada con unos postres miniatura y después de las correspondientes despedidas nos retiramos a descansar, pues aún nos quedaba un día de trabajo por delante.
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domingo, 7 de marzo de 2010
Diario de un asistente de estilismo y producción – Día 3
La preocupación desatada por la posibilidad de recibir un regaño en persona por la mañana no me dejó dormir. Levantarme de la cama me costó más trabajo que nunca debido a los cortos períodos de tiempo en que logré conciliar el sueño.
A las siete de la mañana en punto salí de mi habitación y me dirigí al restaurante para desayunar. Fui el primero en llegar y decidí ocupar la misma mesa que el día anterior. Me dirigí a pedir un refrescante jugo de naranja con fresas y frambuesas, pero mi estómago insistía en recordarme que de un momento a otro llegarían las estilistas inconformes. Al llegar, probablemente porque los efectos del jet-lag comenzaban a disminuir, se veían muy contentas y relajadas.
Uno a uno, fueron ocupando sus lugares los demás miembros del equipo y con algo de prisa ingerimos nuestros alimentos. A lo lejos vi como el modelo de la sesión, quien había llegado la noche anterior y a quien aún no me presentaban, se servía el desayuno y se preparaba para el día de trabajo que le esperaba. Su nombre: Danny Beauchamp.
Terminados los alimentos, nos dirigimos por nuestras cosas a las habitaciones y me comisionaron para bajar la ropa que se utilizaría en la sesión y para subirla, con todo y burro, a la camioneta que nos esperaba a la puerta del hotel. Después de cepillarme los dientes, solicité a recepción que enviaran a un bell-boy a la habitación en donde se encontraba la ropa y entre los dos bajamos el burro y la maleta.
Con todo lo necesario cargado en la camioneta iniciamos el recorrido que nos llevaría a Xcaret, mientras el chofer confirmaba lo que el cielo anunciaba contundentemente: se pronosticaban lluvias a lo largo del día.
Los casi 60 minutos que duró el viaje los utilice para platicar con Danny acerca de esta su primera visita a México, de su trabajo como modelo y de su poco dominio del idioma español. Al llegar a nuestro destino nos esperaba la PR del parque para darnos nuestros pases e indicarnos el sitio que nos serviría como centro de operaciones.
Después de recibir algunas indicaciones poco amables acerca del espacio que se nos había asignado para trabajar, el maquillista comenzó inició su trabajo con el pelo y el maquillaje del modelo. El equipo de fotografía inició el armado de todos los implementos que requerirían para la sesión y mi equipo, el de estilismo, nos dimos a la tarea de acomodar y preparar todos los cambios de ropa que servirían a lo largo del día.
En algún momento, antes de dirigirnos al lugar elegido para la primera foto, el personal del parque nos informó que nadie permanecería permanentemente en el sitio en que nos habían permitido instalarnos, por lo que no se hacían responsables de ninguna de nuestras pertenencias. Acto seguido, recibí la “maravillosa” noticia de que sería mi responsabilidad permanecer ahí vigilando el equipo y la ropa.
Afortunadamente, creo que la expresión de decepción que se apoderó de mi rostro a pesar de todos mis esfuerzos por ocultarla, hizo que las estilistas se compadecieran de mi y acordaran que podía acompañar al equipo durante las tomas, siempre y cuando diera algunas vueltas de vez en cuando para vigilar que todo estuviera en orden.
Bajo un cielo cada vez más nublado nos dirigimos a la primera locación. Se realizaron las primeras tomas y se decidió que hacían falta algunas piezas de atrezzo: un vaso de refresco y un bote de palomitas de maíz. Desde luego, la persona responsable de recorrer todo el parque en busca de tales objetos es el asistente, por lo que diez minutos después regresaba corriendo con las cosas que me habían encargado.
A ese punto, una inoportuna lluvia caía y después de realizar nuestros mejores esfuerzos para proteger al modelo, pudo finalmente obtenerse la fotografía que se buscaba. Una vez de regreso a nuestra base operativa, vestimos al modelo con el siguiente look y mientras esperábamos que el clima nos diera una tregua me pidieron ir por algunas bebidas y snacks para el equipo.
Según la Ley de Murphy, cualquier cosa que pueda ir mal… irá mal. Mientras esperábamos por un poco de sol, recibí una llamada al celular de la coordinadora de la producción. Desde España, nos informó que el modelo que debía llegar a Cancún esa noche para la sesión del día siguiente, había perdido el vuelo debido a algunos problemas con su visado y, por lo tanto, se integraría al equipo hasta el jueves por la noche. Esta situación supuso reorganizar el programa de trabajo para los días posteriores.
Unos minutos de histeria y algunos improperios más tarde, el sol apareció en el cielo y se aprovechó para disparar las dos fotografías siguientes. Por desgracia, mi trabajo en esos momentos consistió en sentarme junto a la ropa para cuidar que nada fuera a perderse. Hora y media más tarde, se acordó que era hora de almorzar y después de que todo el equipo ingiriera sus alimentos, fui relevado de mi puesto y me dirigí al restaurante mexicano.
Para lograr las siguientes tres tomas se requirió de mucha paciencia y tolerancia con la ejecutiva de relaciones públicas de Xcaret, pues parecía empeñada en ponernos tantos obstáculos como fuera posible. Por suerte, el sol, las guacamayas del parque y el mar se pusieron de nuestro lado y logramos concluir seis tomas antes del crepúsculo.
Mientras guardábamos todo el equipo para regresar al hotel se acordó con el personal del parque que al día siguiente regresaríamos por la mañana para realizar una fotografía con los miembros del ballet pre-hispánico que se presenta en el parque. Este acuerdo se logró tras intensas negociaciones y gracias al ofrecimiento de un pago adicional que ayudó a superar las objeciones iniciales.
Después de ordenar, guardar, trasladar y subir a la camioneta toda la ropa, nos dirigimos de regreso a Cancún. En el camino, una de las estilistas me preguntó acerca de un pareo de Hermés por cuyo propietario había yo preguntado minutos atrás. Le respondí que cuando me dijo que era de ella lo coloqué junto a sus cosas y que ya no supe que había ocurrido con él. La mirada que me dirigió mientras esculcaba su bolso fue suficiente para no olvidar la lección del día: El asistente es responsable no solo de la ropa que se utilice en una producción, sino de cuidar todas las pertenencias de las personas a quienes asiste. Por suerte, el pareo se encontraba en el fondo del bolso.
El día concluyó con una deliciosa cena en el restaurante Harry’s de la zona hotelera de Cancún. Ahí disfrutamos de unos tragos a la orilla de la laguna Nichupté y nos deleitamos con cortes de carne y pescado. Las conversaciones, las risas y la comida compensaron todas las frustraciones, enojos y cansancio que pude sentir a lo largo del día.
A las siete de la mañana en punto salí de mi habitación y me dirigí al restaurante para desayunar. Fui el primero en llegar y decidí ocupar la misma mesa que el día anterior. Me dirigí a pedir un refrescante jugo de naranja con fresas y frambuesas, pero mi estómago insistía en recordarme que de un momento a otro llegarían las estilistas inconformes. Al llegar, probablemente porque los efectos del jet-lag comenzaban a disminuir, se veían muy contentas y relajadas.
Uno a uno, fueron ocupando sus lugares los demás miembros del equipo y con algo de prisa ingerimos nuestros alimentos. A lo lejos vi como el modelo de la sesión, quien había llegado la noche anterior y a quien aún no me presentaban, se servía el desayuno y se preparaba para el día de trabajo que le esperaba. Su nombre: Danny Beauchamp.
Terminados los alimentos, nos dirigimos por nuestras cosas a las habitaciones y me comisionaron para bajar la ropa que se utilizaría en la sesión y para subirla, con todo y burro, a la camioneta que nos esperaba a la puerta del hotel. Después de cepillarme los dientes, solicité a recepción que enviaran a un bell-boy a la habitación en donde se encontraba la ropa y entre los dos bajamos el burro y la maleta.
Con todo lo necesario cargado en la camioneta iniciamos el recorrido que nos llevaría a Xcaret, mientras el chofer confirmaba lo que el cielo anunciaba contundentemente: se pronosticaban lluvias a lo largo del día.
Los casi 60 minutos que duró el viaje los utilice para platicar con Danny acerca de esta su primera visita a México, de su trabajo como modelo y de su poco dominio del idioma español. Al llegar a nuestro destino nos esperaba la PR del parque para darnos nuestros pases e indicarnos el sitio que nos serviría como centro de operaciones.
Después de recibir algunas indicaciones poco amables acerca del espacio que se nos había asignado para trabajar, el maquillista comenzó inició su trabajo con el pelo y el maquillaje del modelo. El equipo de fotografía inició el armado de todos los implementos que requerirían para la sesión y mi equipo, el de estilismo, nos dimos a la tarea de acomodar y preparar todos los cambios de ropa que servirían a lo largo del día.
En algún momento, antes de dirigirnos al lugar elegido para la primera foto, el personal del parque nos informó que nadie permanecería permanentemente en el sitio en que nos habían permitido instalarnos, por lo que no se hacían responsables de ninguna de nuestras pertenencias. Acto seguido, recibí la “maravillosa” noticia de que sería mi responsabilidad permanecer ahí vigilando el equipo y la ropa.
Afortunadamente, creo que la expresión de decepción que se apoderó de mi rostro a pesar de todos mis esfuerzos por ocultarla, hizo que las estilistas se compadecieran de mi y acordaran que podía acompañar al equipo durante las tomas, siempre y cuando diera algunas vueltas de vez en cuando para vigilar que todo estuviera en orden.
Bajo un cielo cada vez más nublado nos dirigimos a la primera locación. Se realizaron las primeras tomas y se decidió que hacían falta algunas piezas de atrezzo: un vaso de refresco y un bote de palomitas de maíz. Desde luego, la persona responsable de recorrer todo el parque en busca de tales objetos es el asistente, por lo que diez minutos después regresaba corriendo con las cosas que me habían encargado.
A ese punto, una inoportuna lluvia caía y después de realizar nuestros mejores esfuerzos para proteger al modelo, pudo finalmente obtenerse la fotografía que se buscaba. Una vez de regreso a nuestra base operativa, vestimos al modelo con el siguiente look y mientras esperábamos que el clima nos diera una tregua me pidieron ir por algunas bebidas y snacks para el equipo.
Según la Ley de Murphy, cualquier cosa que pueda ir mal… irá mal. Mientras esperábamos por un poco de sol, recibí una llamada al celular de la coordinadora de la producción. Desde España, nos informó que el modelo que debía llegar a Cancún esa noche para la sesión del día siguiente, había perdido el vuelo debido a algunos problemas con su visado y, por lo tanto, se integraría al equipo hasta el jueves por la noche. Esta situación supuso reorganizar el programa de trabajo para los días posteriores.
Unos minutos de histeria y algunos improperios más tarde, el sol apareció en el cielo y se aprovechó para disparar las dos fotografías siguientes. Por desgracia, mi trabajo en esos momentos consistió en sentarme junto a la ropa para cuidar que nada fuera a perderse. Hora y media más tarde, se acordó que era hora de almorzar y después de que todo el equipo ingiriera sus alimentos, fui relevado de mi puesto y me dirigí al restaurante mexicano.
Para lograr las siguientes tres tomas se requirió de mucha paciencia y tolerancia con la ejecutiva de relaciones públicas de Xcaret, pues parecía empeñada en ponernos tantos obstáculos como fuera posible. Por suerte, el sol, las guacamayas del parque y el mar se pusieron de nuestro lado y logramos concluir seis tomas antes del crepúsculo.
Mientras guardábamos todo el equipo para regresar al hotel se acordó con el personal del parque que al día siguiente regresaríamos por la mañana para realizar una fotografía con los miembros del ballet pre-hispánico que se presenta en el parque. Este acuerdo se logró tras intensas negociaciones y gracias al ofrecimiento de un pago adicional que ayudó a superar las objeciones iniciales.
Después de ordenar, guardar, trasladar y subir a la camioneta toda la ropa, nos dirigimos de regreso a Cancún. En el camino, una de las estilistas me preguntó acerca de un pareo de Hermés por cuyo propietario había yo preguntado minutos atrás. Le respondí que cuando me dijo que era de ella lo coloqué junto a sus cosas y que ya no supe que había ocurrido con él. La mirada que me dirigió mientras esculcaba su bolso fue suficiente para no olvidar la lección del día: El asistente es responsable no solo de la ropa que se utilice en una producción, sino de cuidar todas las pertenencias de las personas a quienes asiste. Por suerte, el pareo se encontraba en el fondo del bolso.
El día concluyó con una deliciosa cena en el restaurante Harry’s de la zona hotelera de Cancún. Ahí disfrutamos de unos tragos a la orilla de la laguna Nichupté y nos deleitamos con cortes de carne y pescado. Las conversaciones, las risas y la comida compensaron todas las frustraciones, enojos y cansancio que pude sentir a lo largo del día.
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