Hoy decidí dedicar mi día a consentirme. Primero, fue un corte de pelo. Después, fui al cine a ver una película que llevaba varias semanas dándome vueltas por la cabeza, La mujer que cantaba (Incendies). Por último, comí en el Delirio de Monica Patiño.
Dedicaré esta entrada a las dos últimas. Hace unas semanas fui al cine y vi el poster de La mujer que cantaba. Dos cosas llamaron mi atención: era una película canadiense de habla francesa y compitió al Oscar como mejor película extranjera en 2011.
Ese mismo día llegué a casa y busqué el tráiler en YouTube (Justo aquí abajo). La historia me intrigó, aunque no me quedó tan claro que rumbo podría tomar. http://www.youtube.com/watch?v=8H7ct5fjdRo
La película, dirigida por Denis Villeneuve, comienza con la muerte de Nawal Marwan. En su testamento Nawal le pide a sus hijos gemelos, Jeanne y Simon, que la entierren desnuda, boca abajo, sin lápida ni epitafio, pues eso es lo que merecen aquellos que no cumplen sus promesas. Además, les entrega dos cartas escritas antes de morir para entregar a su padre y a su hermano. Del primero habían asumido su muerte; del segundo, desconocían su existencia. Una vez que las cartas hayan sido entregadas, ellos recibirán una que guarda celosamente el notario, quien dio empleo a Nawal por 18 años.
Jeanne, decidida a conocer la historia de una madre distante y ausente, lucha contra la indiferencia de Simon y viaja a Palestina, donde comienza a reconstruir la historia de una mujer que vivió los horrores de la guerra entre cristianos y musulmanes. Los descubrimientos revelan a una joven que padeció sufrimientos insospechados y que sobrevivió gracias a una fortaleza que despertó el rechazo y juicios en su contra.
La verdad, finalmente revelada, resulta ser un duro golpe para los dos hermanos. Los destinatarios de las cartas son igualmente sorprendidos por la dureza del secreto revelado y Nawal recibe una digna sepultura. No quiero revelar más datos, porque el curso que toma la trama resulta ser una de los aspectos más deliciosos de la película. No es una comedia fácil, ni una típica película palomitera; es una historia que muestra los horrores de la guerra, las atrocidades que se comenten en ésta y las ironías de la vida que superan la ficción. Me quedo con una frase que me encantó: “Las ideas sólo sobreviven si estamos ahí para defenderlas”. También me quedo con un mensaje de reconciliación, de paz y de lucha contra la intolerancia, sin importar la forma que adopte.
La comida que siguió a la película también es altamente recomendable. En el cruce de la Avenida Álvaro Obregón y la calle Monterrey, se encuentra el Delirio. Un restaurante propiedad de la Chef Mónica Patiño, que ofrece un menú basado en productos orgánicos, panes artesanales y una original mezcla de ingredientes. Otro aspecto disfrutable es que se mezcla el concepto de barra para ordenar y servicio de meseros. De entrada comí una pasta con ejotes y tomates cherry; el plato fuerte fue una tartine de salmón ahumado con queso crema, pepino y alcaparras; la bebida un agua de jamaica con jengibre y canela. ¿El precio? $143 en total. En el interior se encuentran en exhibición conservas, postres, panes e ingredientes envasados bajo el sello del restaurante, junto con una amplia selección de vinos. Sin duda, un lugar que se tiene que visitar en la Ciudad de México.